Ahora está ocurriendo en la bodega. Es un acto ceremonial naturalmente ilógico, producto mental cristalizado por el artista obsesionado por los procesos cíclicos. Al entrar, te sumergirás en un ambiente incómodo donde cada pieza ocupa una posición de transición, incluso tú. La instalación desea provocar inestabilidad, zarandearte y hacerte sentir lábil en todas direcciones. Desde el momento que empiezas a leer el contenido, te conviertes en parte de la escena.
Son elementos aparentemente inconexos que trazan un curso cerrado, donde intervienen procesionalmente el hombre, el huevo y la gallina. La manipulación de los mismos es la que va trazando este recorrido circular. No hay un sentido establecido en el recorrido ni en la lectura del espacio y sus componentes. Puedes retroceder o avanzar muy rápido. Observar atentamente u obviar partes. De ese modo, cada secuencia será distinta a la anterior, más real.
El hombre se descuartiza. Sus manos son las responsables de romper la cáscara del huevo, cocinar su contenido y así alimentar a otros fragmentos de sí mismo. También los organiza, como un ritual constructivo. Edificios frágiles que se montan y desmontan sin pautas temporales establecidas.
De la salvación de algunos y el éxito reproductivo, se configuran gallinas plásticas, apetecibles e idénticas, que sirven, también, de alimento. Al comerlas, se convierten en parte humana. Porciones de rostro se transparentan y copian cualidades de lo ingerido, embelleciéndolo.
Encontraremos algunos ejemplares alterados, síntoma de que todo proceso precisa de fallos para su autocorrección y probado funcionamiento.
Mientras tanto, por la boca vuelve a brotar un huevo, provocando una sensación de ahogo e ilusión a quien presencia la escena. Es momentáneo y es el indicador de que todo se reinicia.
Nuestra experiencia vital evidencia analogías con lo expuesto. Somos conscientes de que tenemos poder sobre el futuro a través de las decisiones, de lo que permitimos recibir y de lo que rechazamos y que todo construye lo siguiente. Sin embargo, ansiamos el disfrute y la intensidad del comienzo. Preferimos empezar que continuar.
En este peculiar ciclo, el único ser no devorado es el hombre, que actúa como líder manipulador del animal, escogiendo un lugar muy especial para que seamos partícipes de su banquete. La galería es, indiscutiblemente, su cocina.
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